Borges es difícil. No hay manera de evitar esa palabra. Es un escritor que desafía al lector, que no se preocupa por explicarte todo, y que tira frases como enigmas, esperando que vos hagas el esfuerzo. Pero ese desafío es parte de su encanto. Es como un laberinto: entrar puede asustar, pero una vez adentro, querés seguir avanzando. Ahora bien, Borges no es sólo difícil. También es entretenido, fascinante, y hasta generoso, aunque eso no todos lo noten en sus textos. Y si no me creés, escuchalo hablar.
La fama de Borges es un arma de doble filo. Por un lado, lo coloca en la cima de la literatura universal; por otro, lo aleja de muchos lectores. Se lo presenta como un genio inaccesible, alguien que escribe para iniciados, para los que ya leyeron a Homero, Schopenhauer y toda la Enciclopedia Británica. Y claro, eso intimida. Pero hay algo que no se dice lo suficiente: Borges no escribía para presumir. Es cierto que sus textos son densos y están llenos de referencias, pero su intención nunca fue excluir a nadie. Al contrario, Borges quería contar historias, compartir ideas y jugar con las palabras. Esa faceta, la del narrador que disfruta lo que hace, se ve más claro cuando lo escuchás hablar.
Ahí está el secreto: Borges no es sólo un autor para leer; es una experiencia para vivir. Y gracias a la tecnología, podemos acceder a esa experiencia de una manera que quizás no se pudo en su tiempo. Las entrevistas con Antonio Carrizo, por ejemplo, son una puerta de entrada ideal. En ellas, Borges habla de literatura, filosofía y sus propios cuentos, pero lo hace con humor, con ironía, y con una claridad que sorprende. Escucharlo te cambia la manera de verlo. Ya no es el genio lejano; es un hombre que disfruta charlando sobre lo que ama.
Tuve que pensar mucho sobre cómo recomendar a Borges. Y llegué a esta conclusión: no es para lectores noveles. O al menos, no lo fue para mí. Cuando lo leí por primera vez, sentí que no lo entendía, que me faltaban referencias, que estaba ante un autor que me quedaba grande. Años después, volví a leerlo y fue distinto. ¿Qué cambió? Quizás la edad, quizás la experiencia de haber leído más. Borges es como un buen vino: mejora con el tiempo, pero también necesitás estar listo para disfrutarlo.
Sin embargo, hay maneras de acercarte a él sin sentirte abrumado. Las entrevistas, como dije antes, son una gran opción. En ellas, Borges tiene esa habilidad de explicarte las cosas más complejas de manera sencilla. Como dice Antonio Carrizo, Borges te hace sentir inteligente. Mientras lo escuchás, creés que estás entendiendo todo, que estás a la altura. Y aunque esa sensación se esfuma cuando deja de hablar, es un regalo único. No muchos intelectuales tienen esa capacidad.
Alerta de Spoiler
Otro buen comienzo para leer a Borges es La intrusa. Es uno de sus cuentos más famosos y, en apariencia, más simples. La trama es casi minimalista: dos hermanos comparten a una mujer hasta que uno, para proteger su vínculo, decide matarla. Lo impactante está en el final, en esa frase que define todo: "A trabajar, hermano. Hoy la maté."
Esa frase, según contó Borges, fue sugerida por su madre. Él no sabía cómo cerrar el cuento, y ella le dio esa línea que lo resolvió todo. Borges la ajustó un poco, pero el impacto quedó intacto. Es un cierre seco, contundente, que condensa toda la tensión de la historia. Y es un ejemplo perfecto de lo que hace Borges en sus cuentos: te da lo justo, lo necesario, y deja que vos completes el resto. No hay explicaciones, no hay adornos. Sólo las palabras esenciales.
El problema con Borges no es su dificultad, sino el miedo que genera. Muchos se acercan a él pensando que necesitan un título en filosofía o haber leído todo el canon occidental para entenderlo. Y eso no es cierto. Borges tiene niveles, y podés disfrutarlo aunque no captes cada referencia. Lo importante es entrar, animarte y disfrutar. Porque una vez que lo hacés, te das cuenta de que no es tan inalcanzable como parecía.
Escucharlo es una de las mejores maneras de empezar. Borges en entrevistas es un Borges más cercano, más humano. Ahí entendés que, aunque su obra es compleja, él no lo es. Es alguien que amaba las palabras, las ideas, y que tenía una curiosidad infinita. Y cuando finalmente leas un cuento como La intrusa, vas a ver que no necesitás entender todo para que te golpee, para que te quede dando vueltas en la cabeza. Eso es Borges: un autor que siempre tiene algo para darte, aunque no sea lo que esperabas.
Borges no es fácil, pero tampoco es imposible. Y si todavía no te animaste a leerlo, empezá por escucharlo. Descubrí al hombre detrás del mito, al narrador que disfruta contando historias y jugando con las palabras. Después, cuando sientas curiosidad, agarrá un cuento. No importa si es El Aleph, Funes el memorioso o La casa de Asterión. Lo importante es entrar, sin miedo, porque Borges siempre tiene algo para ofrecer. Y ese algo, sea lo que sea, vale la pena.